Mario Molina, fallecido este miércoles 7 de octubre a los 77 años, siempre entendió que la
ciencia debía estar al servicio de la sociedad. El Nobel de Química mexicano dedicó su vida a
generar conciencia sobre los grandes retos medioambientales del planeta, como el agujero en la
capa de ozono o la crisis climática.
Molina descubrió que los CFC, usados en refrigeradores y aerosoles, se descomponían en la
estratosfera liberando una alta concentración de átomos de cloro que destruirían la capa de
ozono facilitando la filtración de rayos ultravioleta a la Tierra.
Gracias a su descubrimiento, se logró un consenso internacional para la adopción del Protocolo
de Montreal de 1987, que prohibió el uso de gases CFC logrando estabilizar los niveles de ozono,
que siguen recuperándose a día de hoy.
De esta forma, el científico mexicano se convirtió en toda una autoridad sobre el medioambiente
y recorrió el mundo haciendo pedagogía sobre la crisis climática. Incluso, hemos tenido el honor
de haberlo recibido en nuestra Cámara.